Confesiones de un escritor de mierda.

Él sólo quería subir por sus piernas hasta el cielo pero ya ni eso tenía. La musas le abandonaron sin una mísera opción de volver, la vida le había jodido y su ésta se iba por el desagüe.
Era eso lo jodido, la poco que tenía se había acabado, no le quedaba nada; sólo el whisky y los cigarros. La cama todavía olía a su balsámico olor primaveral.
Decidió poner remedio a toda esa mierda, sólo quería volver a escribir mientras ella le besaba con el vaivén de las olas y la luna iluminaba sus rostros. La vida, muy puta, le había quitado todo lo que amaba.
La bañera se llenaba mientras se encendía el cigarro y se servía el whisky con dos hielos, como en la noche en la que murió su abuelo. Sólo una salida.
John Coltrane de fondo y el agua rebosando en la bañera. Huir, la única solución.
El corte profundo en lo brazos, el último trago y la última calada. Las musas aparecieron, demasiado tarde.
El último suspiro se fue pensando en ella y con él sus últimos vestigios de amor. La vida le había abandonado.

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